10 abril, 2007

INSEMINACIÓN Por Julio Silva


Como hemos visto antes, la inseminación indirecta es un comportamiento propio de los insectos menos evolucionados y es propia de todos los apterigotas. Para ello, el esperma se transmite mediante una estructura especializada, más o menos compleja, que lo encierra en su interior, llamada espermatóforo.
Pues bien, en los insectos con alas, también se pueden encontrar espermatóforos como vehículos para la inseminación, aunque haya acoplamiento. De esta forma, se han descrito 4 maneras en las que el espermatóforo llegará a ser recibido por la hembra durante el acoplamiento, que van desde una cópula digamos "no verdadera" en la que un espermatóforo muy complicado se inserta en el brocal del orificio genital femenino (no en el propio orificio), hasta una verdadera cópula con verdadera eyaculación, en la que el espermatóforo es sólo una reminiscencia, como una especie de tapón que se segrega después de la expulsión del esperma. Como se puede deducir, estas formas de inseminación tienen que ver con el grado de evolución que posea la especie, y, por tanto se dará más en unos Órdenes que en otros; pero como dentro de cada Orden se pueden apreciar distintos grados de evolución, es fácil encontrar más de una de estas formas de inseminación relacionadas con la complejidad de los espermatóforos.
El número de espermatóforos que puede producir un macho está más o menos determinado por cada especie y es muy variable. La salida del esperma implica, en los casos más primitivos, una rotura del espermatóforo. Esto se puede lograr traumáticamente por acción del macho durante la cópula o por unas estructuras escleróticas, endurecidas, que las hembras poseen en la vagina. Pero lo más frecuente es que se consiga químicamente, como consecuencia de secreciones proteolíticas de las glándulas del aparato reproductor femenino.
Pero además, ocurren entre los insectos inseminaciones directas, sin espermatóforos y que implican la existencia de órganos masculinos penetrantes, que no eran necesarios en los casos anteriores.


PUESTA
La oviparidad es una norma primaria entre los insectos (hay excepciones, en las que se da viviparidad).
El número de puestas es unas característica propia de la biología de las hembras, característica que puede ser particular o extensiva a un grupo taxonómico más amplio. En este sentido hay insectos que sólo ponen huevos una vez en la vida (Ephemeróptera) y otros cuyas hembras están toda la vida poniendo huevos sin parar, como las reinas de las termitas.
Los huevos se pueden poner aislados, en grupos, protegidos o no... y de muy diversa morfología.
El número de huevos dentro de cada puesta es también variable y característico dentro de unos límites lógicos marcados por el estado de alimentación de las hembras, sobre todo, y también según ciertos requisitos ambientales. El récord en este sentido lo tienen las hembras de una especie de termitas (Anoplotermes silvestri) que pueden poner 7570 huevos al día durante varias decenas de años.
HUEVOS
No podemos entrar aquí en la consideración por su diversidad, de las formas, tamaños y peculiaridades de los huevos de los insectos. La estructura íntima de los huevos de insectos sí que presenta una notable homogeneidad, como era de esperar.
El zigoto está externamente recubierto por el corion, constituído por una capa superficial más o menos rígida y otra interna de naturaleza cérea. Internamente al corion se encuentra la membrana vitelina, que está asociada a la serosa que el embrión desarrolla rápidamente, costituida por una endocutícula quitinosa y una epicutícula con otra capa de cera, de tipo fibroso.
El corion es una envuelta de protección de todo tipo, pero no puede aislar totalmente al embrión (de hacerlo, éste no se desarrollaría). Al efecto hay que destacar que existen diversos dispositivos anatómicos y fisiológicos que se dan para permitir el paso de oxígeno, dióxido de carbono y agua.

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